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A Martín una mala jugada lo llevo a ser cuidador primario de su esposa con ELA

Desde hace casi dos décadas, Martín López cuida de Laura, su esposa, su compañera, el amor de su vida. Ella fue diagnosticada con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) en 2007, aunque los primeros síntomas empezaron dos años antes. Al principio, solo era un cansancio persistente. Tardaron en entender qué sucedía, hasta que finalmente un neurólogo les dio el nombre de la enfermedad que les cambiaría la vida.

No le era desconocida a Martín la ELA, había convivido con compañeros que la padecían durante su época de jugador de fútbol profesional. Él sabía lo que implicaba. Sabía que no había cura. Y sabía que, en México, la enfermedad es poco conocida, mal diagnosticada, y muchas veces confundida con esclerosis múltiple. También sabía que las ayudas eran escasas. Si no tienes seguro social, el apoyo institucional es mínimo. En su caso, una plaza en el ISSSTE que obtuvo de joven les ha servido como una tabla de salvación.

En ese camino de incertidumbre, una de las primeras luces fue la fundación FYADENMAC, a la que encontraron en medio del caos depresivo y el duelo tras el diagnóstico. Años más tarde, conocieron a Apoyo Integral Gila AC, que les ha apoyado especialmente en temas de nutrición.

Martín recuerda con respeto a Bardomiano Viveros y Mauricio Peña, compañeros que también vivieron con ELA y que hoy ya no están. Por ellos, y por Laura, sigue adelante.

Laura antes de enfermar era educadora de niños, ministra de la eucaristía, una mujer alegre y fuerte. Se conocieron en la primaria, se reencontraron en el bachillerato, y se casaron en 1982. Laura tenía 45 años cuando la enfermedad era más notoria. Actualmente va a cumplir 63 años. Hace tiempo que se alimenta por sonda. Ya no puede hablar con claridad y ha perdido fuerza, incluso en el cuello. Martín, con su mirada serena pero firme, cuenta que hay cosas que entienden bien, y otras que no. Que hay días mejores y días más duros.

Martín nunca se planteó no quedarse al lado de Laura. Le ofrecieron trabajos como preparador físico y jugador por todo el país, pero no podía dejarla. “Me quedo porque ella me necesita, porque Laura me apoyó mucho. Y porque hay valores que no puedes perder”, dice.

Martín viene de una familia humilde, y aprendió desde pequeño que todo lo que uno empieza, tiene que acabar.

No fue fácil buscar ayuda. Tocaron puertas, buscaron fundaciones, y nunca han dejado de hacerlo, aunque no hay solución. “No hemos bajado los brazos”, dice Martín.

A día de hoy, Laura está más delgada, más frágil. Pero sigue ahí. Y él también.

Martín continúa haciendo ejercicio, se cuida porque quiere estar bien para poder seguir cuidándola. Juega fútbol con una liga de veteranos los martes y jueves, y los demás días entrena. Le ayuda a despejarse.

Convive con cinco amigos de toda la vida. Tiene dos hijos, Alan y Ricardo, y una nieta, Valentina, que es como una hija para ellos.

Con Laura ha vivido muchas cosas. “Con ella cumplí muchos sueños”, dice. Y también cumplió su primer sueño: jugar con la chica más guapa de la clase. “En ese momento no lo pensaba tanto, estaba metido en los partidos, en el trabajo. Pero ahora te lo puedo platicar”.

Cuando se le pregunta qué ha aprendido de todo esto, Martín no duda: “La lección de vida me la da Laura todos los días: su paciencia, su sabiduría, su gratitud”.

Fuente: Eva Miralles
Voluntaria de Apoyo Integral Gila AC
Comunidad ELA – Esclerosis Lateral Amiotrófica

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