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Cuidadores: un acto de amor que no siempre se reconoce

La labor que realizan los cuidadores de personas dependientes no es solo uno de los actos más grandes de amor, lo es también de justicia. Porque a pesar de que existen enfermedades incurables, ninguna persona es “incuidable”. Por ello, esta es una de las acciones más importantes de la sociedad, pero también, la menos reconocida por nuestros organismos sociales.

Cada uno de nosotros hemos vivido, de algún modo, esa dinámica familiar donde la atención del dependiente queda a cargo de un cuidador primario (generalmente mujer) que asume la mayoría de responsabilidades. Al poco, su existencia queda supeditada a ese contexto privado, duro y sacrificado donde no tardan en aparecer las sobrecargas, el sentimiento de soledad y de desconexión con su entorno.

Ser cuidador implica ser capaz de ofrecer una adecuada calidad de vida al anciano o la persona enferma sin dejar de cuidarse a uno mismo. Porque la dedicación y todo el amor invertido nunca debe llevarnos al desgaste emocional ni a la sensación de soledad.

A día de hoy, aún existen grandes carencias en materia de apoyo a la dependencia y al reconocimiento social de los cuidadores de personas dependientes. Hemos de pensar también, que el sector de los cuidadores no abarca solo la atención de personas mayores o con demencia, tenemos desde lesionados medulares, enfermos mentales, parálisis cerebral y el gran pero invisible colectivo de las enfermedades raras.

Te invitamos a reflexionar sobre ello.

Los cuidadores y el papel de la mujer

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El cuidado de una persona enferma, anciana o con un gran grado de invalidez ha estado de forma tradicional al cargo de una mujer de mediana edad. El cuidado ha sido casi siempre “un asunto femenino” y lo más complicado de todo ello era que, hasta no hace mucho, todas estas mujeres no recibían asistencia, instrumentos o asesoramiento sobre cómo cuidar y cómo cuidarse.

Afortunadamente, estos roles tradicionales están cambiando y aunque el “cuidador primario” sigue siendo por término medio una mujer, ésta ya dispone de mayores recursos, como centros de estancias diurnas, residenciales o el asesoramiento de formadores que capacitan a los cuidadores en la adecuada atención del enfermo dependiente.

No obstante, aún es muy común ver los siguientes problemas de salud en las propias personas que atienden:

  • Mayor tendencia a sufrir depresiones, ansiedad o un nivel muy elevado de estrés.
  • Sensación de frustración, de no estar haciendo las cosas bien o de no cubrir todas las necesidades del enfermo.
  • Sensación de soledad.
  • Fatiga frecuente.
  • Dolores musculares.
  • Dolores de cabeza frecuentes.
  • Molestias estomacales y gástricas.
  • Algo muy común es la percepción de que su propia salud es muy mala o al menos, mucho peor de lo que revelan las pruebas médicas.
  • Mayor tendencia a sufrir infecciones.
  • Hipertensión.
  • Diabetes.

Un acto de amor, un acto de justicia: estrategias para llevar a cabo el cuidado de forma saludable

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Puesto que ya sabemos que gran parte de la atención a las personas dependientes se lleva a cabo en un ámbito familiar y que esta, recae en un cuidador primario que pasará más tiempo con el enfermo, debemos plantearnos también una sencilla cuestión… ¿Quién se va a encargar de “cuidar al cuidador”?

Los cuidadores encuentran su aliento cotidiano en el amor, pero en ocasiones el motor de su corazón no es suficiente cuando fallan las fuerzas y aparece la soledad…

Es importante tener claro que la persona que atiende puede llegar a enfrentarse a situaciones que, en muchos casos, llegan a perjudicar su salud física y psicológica. Sin embargo, debido al amor sincero y a la dedicación absoluta entre el cuidador y el dependiente, es muy posible que sea muy reacio/a a tomarse un descanso, a compartir responsabilidades o a a atenderse a sí mismo. Todo ello resume lo que sería el “síndrome del cuidador“.

Te ofrecemos algunas estrategias que pueden sernos de utilidad en estos casos.

Cuidarse para poder cuidar: estrategias

  • No todo el mundo nace con la vocación de “ser cuidador”, lo más probable, es que sea la propia vida la que nos ponga en esta situación a la fuerza. Así pues, el primer paso será recibir asesoramiento y una adecuada información sobre la enfermedad que sufre nuestro familiar, qué cuidados necesita y cómo llevarlos a cabo.
  • El segundo pilar a tener en cuenta es evitar el aislamiento social. Delegar funciones y responsabilidades en otros familiares y profesionales es adecuado, necesario y saludable.
  • Hemos de potenciar en la medida que sea posible la autonomía del propio enfermo. Se deben reforzar hábitos como el aseo o la alimentación. Todo ello repercute también en la autoestima de la persona dependiente.
  • Cuidar las posturas. Todos sabemos que los cuidadores están obligados muchas veces a cargar con el peso del familiar. Es necesario que reciban formación sobre cómo llevar a cabo estas tareas.
  • Una adecuada alimentación e instantes de ocio. El comer de forma variada, equilibrada, evitando déficits nutricionales es algo esencial. Asimismo, es importante no dejar de lado las aficiones, las pasiones y esos descansos cotidianos con los que, sencillamente, salir a caminar al menos durante media hora cada día.
  • Habilidades de comunicación. Por último y no menos importante, hemos de poder propiciar un buen desahogo emocional por parte de los cuidadores, y con ello, esa necesitada habilidad comunicativa para poder expresar miedos, ansiedades, sobrecargas…

Los cuidadores anónimos que habitan a día de hoy en la intimidad de sus hogares llevan a cabo una labor inmensa en nuestra sociedad que no siempre es reconocida por las instituciones. No obstante, es algo que las familias valoramos, algo que nos ennoblece como personas y que nos enseña que cuidar es amar y valorar al otro como parte de uno mismo.

Fuente: lamenteesmaravillosa.com/

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